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Miguel Delibes

  • я с н оhar citerati fjol
    Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
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    que él estudiase el Bachillerato en la ciudad podía ser, a la larga, efectivamente, un progreso.
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    estudiaba ya para abogado
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    empingorotado como un pavo real y
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    les miraba a todos por encima del hombro
  • Michelle Machar citerati fjol
    y el enorme pájaro, inmóvil, erguido sobre su antebrazo, oteaba los alrededores y conforme oscurecía, levantaba un vuelo blando y silencioso y volvía, al poco rato, con una rata entre las uñas o un pinzón y allí mismo, junto al Azarías, devoraba su presa, mientras él le rascaba entre las orejas, y escuchaba los latidos de la sierra, el ladrido áspero y triste de la zorra en celo o el bramido de los venados del Coto de Santa Angela, apareándose también, y de cuando en cuando, le decía,

    la zorra anda alta, milana, ¿oyes?,

    y el búho le enfocaba sus redondas pupilas amarillas que fosforecían en las tinieblas, enderezaba lentamente las orejas y tornaba a comer y, ahora ya no, pero en tiempos se oía también el fúnebre ulular de los lobos en el piornal las noches de primavera pero desde que llegaron los hombres de la luz e instalaron los postes del tendido eléctrico a lo largo de la ladera, no se volvieron a oír
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    oía claramente los rudos golpes de su corazón y entonces, esperaba un rato para tomar aliento y serenar su espíritu y al cabo, voceaba,

    ¡eh!, ¡eh!,

    citándole, citando al cárabo, y seguidamente, aguzaba el oído aguardando respuesta, mientras la luna asomaba tras un celaje e inundaba el paisaje de una irreal fosforescencia poblada de sombras, y él, un tanto amilanado, hacía bocina con sus manos y repetía desafiante,

    ¡eh!, ¡eh!,
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    ¿y dime tú, que lo mismo da un pájaro que otro?

    y el Azarías, implorante,

    ¿autoriza el señorito que dé razón al Mago del Almendral?

    y el señorito adelantó indolentemente su hombro izquierdo,

    ¿al Mago?, muy gastoso te sales tú, Azarías, si por un pájaro tuviéramos que llamar al Mago, ¿adónde iríamos a parar?,

    y tras su reproche, una carcajada, como el cárabo, que al Azarías se le puso la carne de gallina y,

    señorito, no se ría así, por sus muertos se lo pido,

    y el señorito,

    ¿es que tampoco me puedo reír en mi casa?

    y otra carcajada, como el cárabo, cada vez más recias, y a sus risas estentóreas, acudieron la señorita, la Lupe, Dacio, el Porquero Dámaso y las muchachas de los pastores, y todos en el zaguán reían a coro, como cárabos
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    ver, por contestar algo, ¿qué otra cosa podían decirles?, pero Paco, el Bajo, aspiraba a que los muchachos se ilustrasen, que el Hachemita aseguraba en Cordovilla, que los muchachos podían salir de pobres con una pizca de conocimientos
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    señorito Lucas, y ¿a cuento de qué esos caprichos?

    y el señorito Lucas rompió a reír y a reír con unas carcajadas rojas, incontroladas, y, al fin, cuando se calmó un poco, se limpió los ojos con el pañuelo y dijo,

    es la gramática, oye, el porqué pregúntaselo a los académicos,
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