En este proceso he distinguido las siguientes fases principales que se presentan en un orden lógico, pero que pueden ser desarrolladas de manera simultánea o empalmándose unas con otras:
• En la primera fase se debe encontrar a una persona que tenga capacidad profesional para sustituir al propietario, en su calidad de director general. Esta persona será el nuevo director general y deberá otorgársele una autoridad absoluta, con la sola limitación que le impida cometer actos que deterioren o pongan en peligro la subsistencia de la empresa. La importancia de esta fase es obvia y puede darse el caso de que se pueda diferir, mientras se implementan otras fases, pero, de encontrarse a la persona idónea, esta podría ser, al mismo tiempo, el factor de cambio que puede ayudar a institucionalizar la empresa.
• En una segunda fase se debe estudiar y reestructurar el organigrama de toda la empresa para definir los cuadros operativos y administrativos que necesita para su operación óptima, e identificar a las personas idóneas que deben hacerse cargo de las funciones ejecutivas en los primeros dos niveles, después de la Dirección General. En línea con este proceso, deben implementarse o actualizarse, en la primera oportunidad, las políticas y manuales de operación que regirán para la mejor administración y operación de la empresa.
• La tercera fase, que tiende a empalmarse con la segunda, implica la calificación del personal ejecutivo con que cuenta la empresa, en los primeros niveles, para decidir cuáles empleados deberán conservar sus posiciones y cuáles deberán ser removidos y, en su caso, las contrataciones que deban hacerse ante la carencia de personal calificado para puestos de importancia