No era yo. Pero tampoco era lo que los otros querían que fuera. Cómo explicármelo, yo estaba distribuida por las cosas entonces. Más que un núcleo dentro del perímetro de mi cuerpo, más que un cúmulo de materia acotada por la piel, estaba dispersa. Un poco de yo en cada ser que mirara, un poco de yo en la luz extrañísima perenne. Un yo difuminado.