El bosque

Miras a tus hijos y te preguntas por el adulto que habita dentro de ellos.

Tengamos la edad que tengamos, eso es lo que queremos. La aprobación de nuestras madres. De nuestras mamás.

e viene a la mente un proverbio en polaco: «Un invitado ve en una hora más que el anfitrión en un año».

Creo que los hombres se van volviendo rígidos con la edad. Es como si sus vidas se cerrasen. Las mujeres nos reinventamos. Estamos atadas a nuestros maridos, y luego a nuestros hijos, durante años, y cuando se marchan podemos eclosionar

En los comienzos como madre eres responsable de todo, de cada trago de leche, de cada plato de comida, de cada prenda de ropa que cubre su piel, y luego, a medida que pasan los años, tienes que ir soltando hasta que ya no seas responsable de nada.

Un día crees que sabes lo que hay al otro lado de la ventana, y al siguiente no tienes ni idea. El mundo puede cambiar de la noche a la mañana.

Parece una acción animal, un instinto. Por muy sofisticados que nos creamos, volvemos atrás, topamos con este yo animal.

Dicen que si te la quedas mirando, la olla nunca llega a hervir

los secretos no existen. Todo el mundo tiene la necesidad de contarlos al menos a otra persona.

Todo el mundo necesita ayuda, y haga lo que haga uno, nunca es suficiente.
Así los ha dejado todo esto, reducidos a unidades de supervivencia