Este mandato es: conócete a ti mismo, examínate, sondéate, no según tu perfección física, sino según la perfección moral […] examina si tu corazón es bueno o malo, si la fuente de tus acciones es pura o impura […]. El autoconocimiento, que exige penetrar hasta las profundidades del corazón más difíciles de sondear, es el comienzo de toda sabiduría humana. Porque esta última, que consiste en la concordancia de nuestra voluntad con el último fin, exige de nosotros, ante todo, apartar los obstáculos internos y desarrollar después la disposición originaria e inalienable de una buena voluntad. Solo descender a los infiernos del autoconoci