—Piensa entonces en ese momento, el momento en que estás solo con quien amas de veras, deseas de veras. El momento de la consumación. ¿En dónde está lo que llamas razón en ese instante? ¿Está totalmente obliterada, de modo que en ese momento no somos diferentes de la garrapata ahíta de sangre? ¿O es que, detrás de todo, la chispa de la razón todavía titila, inextinguible, aguarda su hora, espera para inflamarse de nuevo, espera el instante en que te separarás del cuerpo de tu amada y reanudarás tu propia vida? Si fuera así, ¿qué hacía esa chispa de razón mientras el cuerpo retozaba? ¿Esperaba con impaciencia ese instante para reivindicarse o, por el contrario, se dejaba invadir por la melancolía, anhelando expirar, morir, sin saber cómo hacerlo? Porque —hablando de un adulto a otro— ¿no es eso lo que estorba la consumación: ese tenue y persistente parpadear de la razón o de la racionalidad? Queremos disolvernos en nuestra naturaleza animal, pero no podemos.