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Bárbara Jacobs

Días de tu vida

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  • Mily Sietehar citeratför 4 år sedan
    De este modo, transcribo el siguiente monólogo lo más fielmente que he podido, en el desorden natural que es de esperarse del flujo desatado del que puede consistir el relato completo de una existencia, una existencia nostálgica por más que turbulenta, una existencia agradecida, superpoblada de personajes, de incidentes, de posibilidades, de grandes posibilidades, de grandes posibilidades truncas, pendientes en el tiempo, pendientes en el espacio. Una existencia con algunos logros, todos grandes, en medio de algunas enormes pérdidas, de algunas también grandes decepciones y desilusiones, para no llamarlos golpes ni fracasos. Un flujo, una catarata de vivencias de todo tipo. Una tras otra narradas como con cuentagotas. Una inspiración sin fin que se derramó ante mí mediante un gotero exacto.

    Finalmente advertiré que traslado el total con extraña puntuación, aunque no exactamente de la manera original, igualmente extraña, en la que ella lo habría escrito. Alguna vez la oí sostener que nadie hablaba con mayúsculas, y que ella escribía cartas sin mayúsculas, o apuntes o incluso su novela inconclusa, o recordatorios, o poemas, o diálogos que le divertía registrar o, para acabar, simplemente lo que fuera, ideas sueltas, listas de quehaceres pendientes, direcciones, y que lo capturaba sobre papel, en efecto tal como ella hablaba. Especialmente, sin mayúsculas. Algunos de sus corresponsales habrán conservado sus cartas, postales o singulares comunicaciones electrónicas. Escribió muchas. Llenas de puntos suspensivos, que se expresan a su modo en el habla, signos de admiración o de interrogación, paréntesis, palabras o frases, repito, en otros idiomas, oraciones inconclusas, como quien espera ser leído entrelíneas, ser comprendido en los dobles y triples y múltiples sentidos implícitos, incluso en sus sinsentidos.
  • Mily Sietehar citeratför 4 år sedan
    Guarecida, abrazada por el cojín y las almohadas contra el respaldo de su cama; custodiada por dos cabezas de venado a cada lado de la cabecera, sus dos ángeles guardianes con anteojos de sol de fantasía, el armazón color de rosa espolvoreado de lentejuelas brillantes; collares de semillas diferentes o de monedas de plata colgados de su grueso cuello entre el pelambre oscuro y, así protegida, así amparada, nítidamente vio su existencia entera pasar ante su abierta y atenta mirada y, con apenas una que otra acotación, con apenas uno que otro énfasis en el tono, me la narró a mí, a mí sencillamente porque fui yo quien tuvo la paradójica fortuna y la responsabilidad determinante de ser quien la acompañara en este trance, su amiga la reportera, según me llamaba, la más reciente y la menos íntima de su multitud de amistades. Volcó en mí su narración, con un volumen y una condición de voz bajos y apaciguados, cuando habían sido combativos y altos, ahora y antes invariablemente con una expresión oral clara y sensible, salida de su más reservada profundidad, la voz de toda una combatiente que, ahora, finalmente ha depuesto las armas, toda clase de armas. Fue una explosión de recuerdos, de protestas, que emergían como en staccato, como entrecortadas, con breves pausas, con algunas repeticiones, pero como sin otro deseo que el de hacer posible que yo lo registrara absolutamente todo, absolutamente íntegramente, con absoluta precisión, aunque me enredara con la profusión de nombres y de detalles de la cotidianeidad de una vida plena aunque siempre breve, interrumpida, complicada, nutrida de quehaceres, de episodios, de sueños y ensueños; aunque a ratos me perdiera y no entendiera bien a bien de dónde venía y hacia dónde apuntaba cuanto ella veía pasar y me reportaba, como en retirada, a veces con frases enteras o simples expresiones en otros idiomas, con frecuencia acotadas con un monosílabo, que expresaba una sonrisa tenuemente irónica aquí y allá, una muletilla que denotaba humor, a veces triste, una reiteración de desapego, de perdón, de falta de rencor. A ella no se le apelotonaba nada. Y aun cuando su ánimo estuviera cediendo, su aliento parecía no tener límite. Habló con la misma familiaridad y con el mismo afecto tanto de uno de los hombres que Forbes ha declarado ser el más rico del mundo, como de un pintor de brocha gorda, anónimo
  • Mily Sietehar citeratför 4 år sedan
    La víspera de su muerte, con toda conciencia del momento final por el que atravesaba, Patricia vivió una asombrosa experiencia de memoria, de reconocimiento, de asociación de ideas. Ires y venires en los tiempos y en las historias, historias o fracciones de historias en apariencia insubstanciales pero todas colmadas de sentido y de significado. Divertidas o dramáticas. Cargadas de vitalidad, pero de una vitalidad medida, dispuesta o encaminada a irse agotando en completa paz, en completa conciliación, en armonía total.
  • Mily Sietehar citeratför 4 år sedan
    antes de que se me olvide. amiga reportera. te pido. por favor. que registres. en su lugar. ja. tú sabrás dónde. que dedico. lo que transcribas. de mis divagaciones. primero que a nadie. a karim. andrea. la queri. mis hermas. lorenz. ger. emil. después a quienes recuerdo aquí. en los merodeos de mi memoria. que lean. que se encuentren. ja. familia mía. cercana. distanciada. amistades. enemistades. ja. todavía vivos. o aunque ya estén muertos. ja. a lo mejor me oyen. es mi deseo. ja. con mi último aliento. son mis últimas palabras.

    James Joyce sostenía que el arte no tiene finalidad, que todo fin preestablecido lo falsifica, pero que tiene una causa llamada necesidad, la imperiosa necesidad de la imaginación de recrear la vida en una síntesis ordenada.

    Stanislaus Joyce, Mi hermano James Joyce
    (trad. Berta Sofovich)

    Nadie puede ser buen historiador de la vida patente, visible, alumbrada y pública de los pueblos, si no es al mismo tiempo, y en cierta magnitud, historiador de su vida profunda y oculta; y nadie es buen historiador de lo interior si no sabe ser, siempre que sea necesario, historiador de lo exterior.

    Victor Hugo, Los miserables
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